Últimas palabras del 2021.
- Montiel
- 28 feb 2022
- 2 Min. de lectura
Este año fue muy raro. Tuve nuevos trabajos, nuevas experiencias, nuevas discusiones, muchas decepciones, demasiados episodios de depresión, vomite mucho, perdí amigos, conocí pocos nuevos amigos, tuve varias adicciones e incluso intentos de suicidio, y mi favorito que fueron los episodios maníacos.

Admito que odie un poco el 2021. La adultez es rara, y no lo digo por los impuestos o el constante pensamiento de ser mamá. Lo digo por cosas muy específicas, por ejemplo mi papá. Mi papá no fue lo que yo creía, y ahora no soporta la manera en la que lo trato porque me acostumbré a la frialdad entre padre e hija.
Después de intentar suicidarme dos veces en noviembre, me la viví en automático. Despertar, viajar, trabajar, sobrevivir a la interacción social, regresar a mi casa, cenar, y dormir. Así estuve al menos 3 semanas. He estado en una soledad insoportable, pero tampoco quiero interactuar, es una sensación donde te quieres azotar contra la pared porque ni tú sabes que quieres.
Lo que odio de mi inestabilidad emocional, es que en mi casa tengo la frente estampada con la palabra “enferma,” cualquier cosa de la que me queje, o incluso mi falta de interacción con la familia en navidad, hace que mi papá se ponga en mi contra y me haga sentir como enferma grosera porque no quiere interactuar con su abuela.
Ójala alguien pudiera atropellarme para quedar hospitalizada y celebrar año nuevo en silencio y sola evitando explicación que no van a entender, de verdad lo daría todo para que sucediera.
Honestamente no estoy emocionada por mis 25 años, siento como el tiempo me está exigiendo avance y yo solo quiero dormir todos los días hasta sentirme al 100.
Pero bueno, solo quiero desear un 2022 lleno de dinero, serotonina y más episodios maníacos.
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