¿Puedo darte un beso?
- Montiel
- 20 nov 2020
- 5 Min. de lectura
Es hora de hablar de este tema.

Cuando era niña no estaba para nada familiarizada con la comunidad LGBT, y al crecer me enseñaron que los gays era una maldición, que era un pecado imperdonable y que tenías que arder en el infierno si lo eras. Obviamente estaba de acuerdo a mis 18 años con esa ideología.
Fue hasta un enero del 2016, mi primera semana en la universidad y de conocer nuevas personas, yo estaba sola esos días, mi meta era no hacer amigos porque eran del “mundo.” Esos días eran los días cuando nadie se conoce y todos son tímidos, pero recuerdo como un chico alto con anteojos y voz grave me saludo, y me preguntó que qué hacía sentada en el suelo. Lo que no sabía es que ese chico se convertiría en mi mejor amigo, sería una persona que conocería toda mi vida, mis experiencias y nos amaríamos hasta que nos muriéramos...pero tampoco sabía que era gay.
Un día, en nuestra clase de actuación teníamos que elegir una canción que nos identificara y decir el porque la habíamos elegido. Mi amigo eligió “We Can’t Stop” de Miley Cyrus. Explicó que le gustaba esa canción porque habla de que nadie te puede juzgar y de que puedes hacer lo que quieras, que no pasa nada. Recuerdo muy bien ese momento como si fuera ayer. Él me buscaba, y nos empezamos a hacer amigos por nuestra pasión a la música pop. Al enterarme que era gay, sentí repulsión, y recuerdo haberle dicho lo que me habían enseñado sobre ese tipo de personas, y pues lo respetaba pero no estaba de acuerdo en que fuera gay, trate de alejarme.
Durante 12 años, antes de que entrara a la universidad, mi mayor anhelo en la vida era tener un mejor amigo a quien contarle todo, a quien enseñarle música, con quien ir a un concierto, etc. Pero jamás me hubiera imaginado que Dios me enseñaría una lección muy importante sobre la vida al introducirme a mi mejor amigo en la universidad. Ese amigo jamás me ha juzgado, jamás me ha hecho llorar, no me detonó una depresión, vi el amor de Cristo a través de un gay y no nada más de un gay, sino de mi mejor amigo.
No tienen idea de cómo creció nuestra amistad. Ese amigo ha estado conmigo en las malas, en las buenas, y juntos hemos tenido experiencias muy bonitas, es con la persona quien puedo fantasear en cómo será mi vida, planear viajes juntos, el quejarnos de hombres y también tenerlos de crush. Gracias a él entendí lo que es tener una perspectiva gay y Dios me dio una cachetada con guante blanco. Desde esta experiencia, jamás volví a juzgar a los gays, ni a la comunidad LGBT.
Después de un par de años, conocí a mis dos mejores amigas, donde una de ellas es lesbiana y la otra es bisexual, poco a poco entendí a la comunidad, y por los derechos y respeto por los que pelean, esto es desde hace años, así como el feminismo. Ya no los veía como los “fenómenos” que la Iglesia me hizo creer, son personas, son iguales, no hay etiquetas, solo preferencia sexual, eso es todo. Dios me quitó esa mentalidad de juzgar, y de poner etiquetas. Porque desde que salí de mi casa entendí demasiados temas y que lo que hay en común es que somos humanos, y que no hay porque dar exclusividad ni avergonzarnos de lo que somos.
La comunidad LBGT esta formada de las personas más amables, que no tienen miedo, que tienen pasados tan duros y difíciles, son dulces, y no tienen miedo de salir a la calle de ser quienes son porque nacieron para ser esa persona. Jamás olvidaré cuando fui a mi primer antro gay, y me quede impactada de como me trataron, al igual a cuando mi mejor amiga me llevó a mi primera marcha gay. Nadie me hace sonreír tanto que cuando una drag se me acerca y me saca a bailar. Admiro mucho a todos ellos porque detrás del maquillaje, de las medias y de los vestidos, del los jeans, del pelo corto, de los hoodies, etc. hay alguien que está luchando día a día para ser esa persona que le daba miedo ser cuando era joven o niño.

Ahora, "¿¿¿qué sucede conmigo???"esa es la pregunta que me comencé a hacer a mis 17 años. Pero primero, viajemos en el tiempo a cuando era una niña.
Cuando era niña, tenía una obsesión con el dibujo, me la pasaba haciendo cómics, personajes, y la mayoría eran mujeres. Fue a mis 10 años cuando me di cuenta que las mujeres tienen pechos y me dio tanta curiosidad. Veía a mis Barbies y admiraba como sus vestidos o blusas estaban hechos para que se les veía el escote, era lo que más me llamaba la atención, y mi mamá se empezó a dar cuenta. Recuerdo que un día agarró uno de mis dibujos y le enseño a mi papá que le dibujaba pechos a mis monitas, ella se rió y le dijo a mi papá “ya se dio cuenta, que tierna.” En esa época no sabía que yo tendría pechos en un futuro, pero tuve una curiosidad grande por ellos desde niña (lo que me da tanta risa es que cuando empezaron a crecer los míos me los vendaba para que no se notarán.) Cuando mi abuela le pasaba catálogos de zapatos a mi mamá, yo era la primera en hojearlos porque me encantaba ver a las modelos, cuando pasábamos por la sección de lencería, agachaba mi mirada pero a la vez me sonrojaba por las modelos en las fotografías para exhibir la ropa.
Mi primer beso de labio con labio fue con mi mejor amiga de la infancia, lo hicimos porque según éramos esposa y esposo en el juego, y teníamos curiosidad. Nosotras lo vimos como algo muy inocente, pero fue algo que jamás olvide. Fue hasta mis 18 años, cuando en la escuela me empecé a fijar en las mujeres, al principio creí que era una forma de no sentirme mal por mi baja autoestima, pero después se hizo algo más personal. Me ponía nerviosa al hablar con una chica bonita o también cuando en el metro alguien me pedía indicaciones.
Después de un año tuve de “crush” a chicas que me llamaban la atención. Al principio lo tomaba por pura diversión y después comencé a ponerme nerviosa cuando lo comentaba. Poco a poco empecé a preguntarme por mi sexualidad, y después de conocer todos los horizontes, reconocí que al parecer era bisexual. No me veía en una relación con una mujer, pero sí podía imaginar una infinidad de cosas. Este año besé a una chica que me gustaba mucho, y fue como si saboreara una canción de Taylor Swift o algo parecido a la magia, en mis labios, no olvidaré la sensación que tuve, porque una cosa es besar a una amiga por pura broma, pero otra experiencia cuando es con alguien a quien también le gustaste y que es del mismo sexo...hay esa conexión instantánea. Despertó algo en mí, que termino de confirmarlo, y sé que he besado a muchos hombres, pero nadie me ha dado ese mismo sentimiento que aquella noche.
Hoy en día me encanta ligar, fantasear, ponerlas nerviosas, crear esa tensión sexual y ojalá poder tener intimidad con mujeres, porque me atraen mucho. Sin embargo, sigo preguntándome cuando mi bisexualidad saldrá del clóset, o tal vez ya lo hice con este blog.

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