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Hablé con alguien del pasado.

Si me preguntan sobre mi adolescencia, les podré mencionar mi vida como homeschool, mi obsesión por Doctor Who, lo nerd que era y la música, pero casi nunca platico lo que realmente sentía esos años. En mi opinión fueron años donde tuve que vivir experiencias que me lastimaron mucho, y me hicieron una persona fría y con poca fé. No recuerdo una amistad que valiera la pena a excepción de una.

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Lo conocí cuando tenía 6 años (vamos a nombrarlo Ángel), era un niño muy blanco, con el sol parecía un vampiro. En esa época, yo estaba asistiendo a una escuela experimentando lo que era el sistema cristiano con más estudiantes, mi vida era jugar, comer y estar con mi mamá. Angel tenía un hermano, y cuando estaban juntos parecían el par de niños perfectos.


Pasaron 6 años, yo ya tenía 12 y mi vida eran barbies, estudiar, y más barbies, por otro lado mi hermana tenía 14 años y había vivido sus primeras crisis existenciales como adolescente, la edad donde un estudiante homeschool requiere de un amigo. Mi mamá se enteró de una madre que reunía a más madres con hijos homeschoolers con quien tenía paseos a fábricas, y convivios para que nosotros pudiéramos socializar. En lo particular, yo estaba acostumbrada a que mis paseos fueran ir al bosque de aragon con mi abuela, mi mamá, hermana y mi bici, no estaba acostumbrada a estar con más chicos de mi edad, pero veía mal a mi hermana, yo accedí sin resistencia a la idea de ir a paseos más elaborados.

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Nuestro primer paseo fue a la fábrica de wonder, no estaba nerviosa hasta que llegamos y vi a muchos niños y adolescentes, estaba muy nerviosa, fue ahí cuando descubrí que el hermano de Ángel había crecido, era muy apuesto, y muy callado, tenía la edad de mi hermana. Angel por el otro lado era un niño de 12 años que hablaba hasta por los codos, yo era tímida y mejor solo observaba. Recordé que a Angel no lo había visto desde hace 6 años.


Pasaron los meses, descubrí que quería tener un mejor amigo como mi hermana lo era con el hermano de Ángel. Yo admiraba mucho a Ángel, lo veía tocar el piano, hablar de ciencia, de videojuegos, de Star Wars, legos, y yo me interesaba por todo lo que a Ángel le gustaba, quería ser su amiga, hasta empece con lecciones de piano por él. Poco a poco me di cuenta que Ángel solo me hablaba porque quería ser amigo de mi hermana, mi hermana se había puesto hermosa, y atraía mucho la atención, algo que jamás me pasó cuando fui adolescente. Al darme cuenta que Ángel solo jugaba conmigo porque su mamá se lo pedía, me decepcione, y deje de darle esa atención.


Resulta que nos cambiamos de Iglesia, y la mamá de Ángel nos recomendó un lugar donde ellos asistían, ahí sería donde íbamos a pasar los siguientes 7 años. Durante esos años conocimos a más amigos y terminamos siendo los “chicos cool” de la Iglesia, todos éramos buenos amigos, hablábamos de cosas como Star Wars, de las convenciones estudiantiles a las que asistíamos, incluso hacíamos equipo para competir en coro, piano, Bible Bowl, deportes etc. Yo vi crecer a Angel junto a mí todos esos años, me sentía parte del grupo, pero nadie era mi amigo en realidad, aunque ya no le daba tanta importancia.

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Pasaron los años, y yo y Angel ya teníamos 16 años. A mis 16 me di por vencida de intentar ser una chica “bonita”, atractiva y ser la mujer que todas esas señoras de la Iglesia querían que fuera. Yo me encerraba en mis estudios, le dedicaba tiempo a aprender más sobre fotografía, edición de video, a descubrir más música, a leer libros de ciencia ficción, trate de no ver de frente la soledad y la baja autoestima que sentía muy dentro de mí. Cuando de repente comencé a notar que Ángel y yo nos hablábamos más. Cada domingo en la Iglesia, nos la pasamos platicando, y haciendo chistes de nuestras tonterías. Moría por compartir mi música, o historias de las que leía, pero no podía porque no teníamos que escuchar o leer esas cosas. Fue cuando abrí google plus (si alguien no lo recuerda, era un facebook pero de google.) Era el único lugar donde estaba Ángel, y posteabamos cosas para que entre nosotros lo viéramos y ni se diga del chat, pasamos hablando todo el día.


Todos comenzaron a notar nuestra amistad, incluso mi familia. Nos llamaban “hermanos” y yo estaba en una felicidad plena. Los 17 años fueron los mejores para mí, tenía a mi mejor amigo, no me preocupaba de nada, y mi rencor hacía él se había ido, incluso fantaseaba en que su hermano se casaría con mi hermana, y yo con Angel. Me gustaría pensar que él sentía lo mismo hacía mi amistad. Yo lo amaba, aunque veía que solo se interesaba y perseguía a chicas guapas, pero aun así yo lo apoyaba con todo, de verdad que di mi corazón por esa amistad.


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Fue cuando todo lo malo comenzó a suceder, tengo un problema que se desarrolló la soledad que tuve esos años, y fue el miedo al abandono y al vicio a la atención. Cuando Ángel no me hablaba, me escribía, o posteaba, yo me ponía como loca a buscarlo, y a tener su atención enfocada en mí, me desviví tanto por esa amistad que era lo único que me tenía feliz. De repente empecé a compartir mis gustos personales y comenzó a ser un problema. Nos la pasamos discutiendo, yo le refregaba a su familia y sus costumbres raras, y el sobre mis gustos. En la Iglesia ya no me hablaba, se iban antes, o simplemente ni siquiera me miraba. Un día noté que había cerrado su google plus, y me altere. Traté de contactarlo, y ya no me respondía. Lo único que podía recordar era lo que me había dicho una vez: “nuestra amistad va a durar y será muy fuerte que durará siempre”


Después de esos meses, trate de recuperarlo. Su papá habló conmigo, y ni siquiera recuerdo que me dijo, pero sabía que había terminado mi amistad con mi mejor amigo. Nunca había sufrido un corazón roto hasta esa vez, me la pasé llorando como no tienen idea, y mi depresión finalmente llego a mi vida, resulta que la soledad que sentía años atrás era depresión y bueno actualmente debo medicarme con antidepresivos, si no hubiera sido por Ángel, otra cosa hubiera dado a conocer mi enfermedad mental.


Me enfoque en otras cosas, y pasó un año entero. Ya tenía 18 años, y de repente la universidad era un gran problema, tenía que saber que quería estudiar, como me iba a graduar, que puntos extras hacer, y en qué escuela quería ir, después de todo seguía siendo homeschooler con mentalidad de 16 años. Tuve nuevos amigos, pero nadie llegó a llenar ese vacío que sentía, la tristeza que tenía a diario y que no podía sacar porque estar triste siendo Cristiano, significa dar la espalda a Dios. Tenía la oportunidad de ir a mi última convención estudiantil para el 2015, y decidí que era una buena idea despedirme de aquellos años donde ganaba muchas competencias. Fue hasta que una señora de la iglesia me contactó para hacer un dueto de canto con su hija de 13 años, le dije que sí. Hasta que me enteré que esa niña era amiga de Ángel y que ese dueto sería un trío. Me preocupe, pero dentro de mí se emocionó de volverlo a ver y hablarme de nuevo. Los ensayos eran raros, ni siquiera recuerdo haber tenido una risa con él. Después de cada ensayo, regresaba llorando.


Fue cuando se me ocurrió perder otra vez mi dignidad e intentar hablarle con el pretexto del estreno del episodio 7 de Star Wars. Él estaba muy emocionado por ello, y lo sabía porque al mencionarlo veía en sus ojos esa emoción cuando platicabamos años atrás. Sin embargo, me seguía tratando muy mal, y fue cuando decidí hacerle la “guerra” y tratarlo igual, me la pasaba burlando de lo que decía en clase, y ese día de práctica me despedí de él, y le dije “por cierto, el nuevo episodio de Star Wars será un asco.” Yo no sabía que sería la última vez en verlo, ni en hablarle. En la semana que siguió mi mamá me avisó que me habían sacado del trío. Poco después nos enteramos que dejaron la Iglesia a la que asistíamos, y ya no volví a saber de él.


La vida me sorprendió, porque odio las despedidas, o cuando algo termina. Me di cuenta que a veces es necesario, y que aunque te aferres a algo, no evitará que termine. Le escribí una carta para despedirme, agradecer todo, y que lo amaba. Esa carta sigue viviendo en un cajón de mi habitación, hasta la otra vez que recordé que hace años la había roto.


Los siguientes años fueron un cambio para mí, conocí a mis mejores amigos, madure, aprendí sobre enfermedades mentales, a ayudar cuando algún amigo se pone a llorar, a dejar pasar a personas que solo existieron en mi vida para hacerme crecer, y me di cuenta que aquella amistad con Ángel no había sido real, solo era la ilusión de algo que anhelaba, y que eso no era un mejor amigo. Lo olvide, y cada año era menos doloroso mencionarlo en pláticas con mi hermana, incluso recordaba su cumpleaños solo por nostalgia, porque fue de las primeras personas quien me hizo darme cuenta de cuanto puedo amar.


Para los historiadores que estén leyendo esto, en el 2020 llegó una pandemia, y su servidora ya tenía 23 años, ya era toda una mujer, y al fin tenía una autoestima que la hiciera ver bella. Traté de sobrevivir al primer año de pandemia terminando mi tesis, enfrentar mi primer trabajo, y amando a mis amigos. Cuando de repente mi hermana me avisa que el hermano de Ángel la contactó, y mi prisa por saber por Ángel fue inevitable. Me puse en modo FBI y a investigar qué había pasado con él, me detuve y decidí que no quería saber nada. Meses después encontré su instagram por accidente, le di follow, y él a mí. Pasó otro año, era febrero del 2021, y me la había pasado soñando con él, pensando en él, y preguntándome muchas cosas. Decidí hablarle, y saludarlo.


Una parte de mí pensaba que su “mejor amigo” seguiría existiendo, pero así como la Pao del 2014 ya no existía, tampoco él. Me decepcione al ver en lo que se había convertido, porque era la misma versión de aquella vez, encerrado en una burbuja, y siendo presumido como siempre lo había sido. La diferencia fue que esta versión de Ángel quería hablarme. Nos pusimos al tanto de lo que habíamos hecho, y de repente no me llenaba para nada. Había madurado y ya no veía lo mismo de antes, buscaba al amigo de hace años, pero ya no me interesaba para nada.


A veces cuando hablamos con personas del pasado te puedes alegrar de cómo han crecido, en cómo sus metas han sido más altas, y que su vida ha sido de mucho gozo, pero cuando hablas con alguien que era tu todo y dabas casi la vida por esa persona y te das cuenta que no creció como tú, lo que más quieres hacer es decirle adiós para siempre.


Para mi yo de 17 años seguirá emocionada por esa amistad y dará todo por él, pero mi versión de adulta solo lo recordará como una persona más que pasó por mi vida. No recuerdo qué decía esa carta que rompí, pero ojalá esto sea la carta que realmente debí escribir, que es nuestra historia, el dolor, y la despedida. Porque siempre le diré adiós a las personas que no lucharon por tenerme en su vida. Lo amo, y no evito pensar en que algún día lo veré, para que vea lo segura que me he vuelto, pero por el momento solo es un adiós.


Aprendan a cerrar círculos, a despedirse de personas, a correr a personas de sus vidas cuando es necesario, no todo es perfecto. Todo tiene caducidad, pero nunca duden en dar todo de su ser, porque no saben cuando será la última vez que lo tengan en su plenitud.

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Mente Abierta por Montiel

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